Los efectos devastadores de una cultura tóxica en ciberseguridad: salud, desempeño y productividad en riesgo
Imagen: Zdzisław Beksiński
Los entornos laborales negativos surgen de una combinación de liderazgos deficientes, falta de comunicación, cargas de trabajo excesivas y políticas de recursos humanos inadecuadas, lo que genera estrés, inequidad y desmotivación. La ausencia de valores éticos, el favoritismo y la falta de equilibrio entre la vida personal y laboral agravan el problema, provocando un impacto directo en la salud mental, alta rotación y costos operativos elevados.
En países como México, estos factores se ven exacerbados por estructuras jerárquicas rígidas y la escasa implementación de programas de bienestar, por lo que abordar esta problemática requiere reformas en liderazgo, comunicación y estrategias de apoyo a los empleados.
Como se mencionó, dichos entornos laborales negativos impactan directamente en la salud mental de los empleados, aumentando los niveles de estrés, ansiedad y depresión, lo que contribuye a una pérdida significativa de productividad. De acuerdo con una análisis de la unidad de investigación de SILIKN, en México, el 79.5% de las empresas enfrenta altos índices de rotación y ausentismo debido a ambientes laborales hostiles. Además, estos problemas elevan los costos operativos, ya que incrementan los gastos en reclutamiento, capacitación y atención médica para los trabajadores.
Este problema también afecta al sector de ciberseguridad, por lo que es fundamental que los profesionales identifiquen las señales de alerta de entornos laborales negativos o tóxicos. Aquí compartimos algunos indicadores clave a los que deben prestar atención.
Un entorno laboral tóxico en ciberseguridad se caracteriza por la falta de valoración y apoyo hacia los profesionales, e incluso por situaciones que obstaculizan activamente su desempeño. Esto suele reflejarse en una comunicación deficiente, desconfianza entre compañeros, microgestión y una cultura basada en la culpa, lo que afecta la colaboración y genera equipos aislados e ineficientes.
Algunos signos de alerta incluyen alta rotación, agotamiento del equipo, expectativas poco realistas sin recursos adecuados y un ambiente de miedo o frustración. Si los errores son castigados en lugar de convertirse en oportunidades de aprendizaje, o si los líderes ignoran las preocupaciones del equipo, es una clara señal de toxicidad.
Un rasgo especialmente perjudicial en la ciberseguridad es la tendencia a culpar a quienes manejan incidentes, incluso cuando logran detectarlos y contenerlos con éxito. En lugar de reconocer su labor, algunos entornos con una mentalidad de intrusión cero critican injustamente a estos profesionales, ignorando que su trabajo es fundamental para la seguridad de la organización. Esta actitud no sólo desmotiva al equipo, sino que también puede desalentar la mejora continua y el aprendizaje a partir de los incidentes, en lugar de recompensar adecuadamente los esfuerzos de quienes protegen la infraestructura digital.
Un entorno saludable valora y reconoce a quienes sobresalen en la defensa de sus organizaciones frente a las amenazas, priorizando el mérito y el esfuerzo sobre expectativas irreales de perfección.
Las consecuencias de una cultura tóxica pueden ser sumamente perjudiciales tanto para los individuos como para las organizaciones. En los profesionales, el estrés crónico, la ansiedad y el agotamiento son comunes, afectando no solo la salud mental, sino también la física, lo que puede derivar en problemas como insomnio e hipertensión.
El desempeño también se ve comprometido, ya que los empleados se desconectan y pierden creatividad al enfrentar problemas complejos. A nivel organizacional, una cultura tóxica tiende a incrementar los errores, dejar amenazas sin detectar, reducir la productividad y elevar las tasas de rotación. Es crucial tener en cuenta que, dado que la ciberseguridad es un campo de alta presión, un entorno tóxico intensifica los desafíos naturales del sector, dificultando que los equipos operen de manera eficiente.
En este sentido, algunos roles en ciberseguridad son más propensos a sufrir en entornos tóxicos debido a la naturaleza de sus funciones y su alta visibilidad dentro de la organización. Los analistas de SOC, por ejemplo, están en la primera línea enfrentando situaciones de alta presión, como la respuesta a incidentes y la mitigación de amenazas. La expectativa de estar siempre disponible puede llevar al agotamiento, especialmente en culturas que priorizan el rendimiento sobre el bienestar.
De manera similar, los CISO enfrentan desafíos únicos al tratar de equilibrar las presiones técnicas, estratégicas y políticas, y a menudo se ven atrapados entre las expectativas de los ejecutivos y las realidades operativas. El agotamiento de los CISO es una realidad, impulsada por la enorme responsabilidad y el constante escrutinio del puesto. La presión continua, sumada a la creciente complejidad de las amenazas, lleva a muchos a abandonar sus cargos, lo que representa una pérdida significativa de liderazgo experimentado en la elaboración de estrategias de ciberseguridad. Tanto los analistas de SOC como los CISO son especialmente vulnerables en entornos donde faltan comunicación clara, recursos suficientes y sistemas de apoyo.
Los líderes juegan un papel fundamental en la creación de una cultura positiva y deben actuar de manera proactiva para abordar la toxicidad. Es esencial que prioricen la comunicación abierta y soliciten regularmente la retroalimentación de sus equipos. Herramientas como encuestas anónimas, reuniones individuales y debates grupales pueden ayudar a identificar áreas problemáticas.
Además, es crucial invertir en la capacitación de líderes y miembros del equipo para promover la inteligencia emocional, la resolución de conflictos y las habilidades colaborativas. Reconocer y premiar las contribuciones, no sólo los resultados, también es clave para generar confianza. Los líderes deben predicar con el ejemplo, promoviendo un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal y demostrando responsabilidad. Es vital fomentar una cultura donde las personas se sientan seguras de expresar sus preocupaciones sin temor a represalias.
Para los profesionales de la ciberseguridad que enfrentan situaciones de toxicidad o agotamiento, el principal consejo es priorizar su bienestar. Reconocer que buscar un entorno más saludable, o incluso tomarse un tiempo para descansar, no es un fracaso, sino una medida necesaria de autocuidado. También se les anima a conectar con mentores o colegas que puedan ofrecer orientación y apoyo en momentos difíciles.
Es importante destacar que la industria cada vez más valora la salud mental y las culturas laborales positivas. Muchas organizaciones están implementando iniciativas para mejorar sus entornos, como programas de bienestar, oportunidades de mentoría y una mejor capacitación en liderazgo. Mantenerse conectado con una red de profesionales que compartan valores similares y buscar organizaciones que se alineen con sus principios puede ser clave para redescubrir la pasión por el campo.
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