Salt Typhoon: espionaje chino, ciberdependencia y riesgos estratégicos rumbo al Mundial 2026





Por Víctor Ruiz, fundador de SILIKN, Instructor Certificado en Ciberseguridad (CSCT™), (ISC)² Certified in Cybersecurity℠ (CC), EC-Council Ethical Hacking Essentials (EHE) Certified, EC-Council Certified Cybersecurity Technician (CCT), Ethical Hacking Certified Associate (EHCA), Cisco Ethical Hacker & Cisco Cybersecurity Analyst y líder del Capítulo Querétaro de la Fundación OWASP.

Las recientes revelaciones sobre las operaciones de Salt Typhoon, un grupo de hackers vinculado al Estado chino, confirman una tendencia que ya preocupa en Occidente: el uso sistemático de vulnerabilidades conocidas en dispositivos de red (Cisco, Ivanti, Palo Alto) para infiltrarse en telecomunicaciones globales. Lejos de los sofisticados zero-days, estas campañas de persistencia buscan objetivos de inteligencia estratégica: rastreo de movimientos, interceptación de comunicaciones y preposicionamiento en infraestructuras críticas.

Aunque no se han identificado públicamente incidentes en México, la magnitud del despliegue — más de 200 organizaciones en 80 países — y la posición geopolítica del país lo sitúan en el radar de este tipo de operaciones.

México enfrenta un doble reto. Por un lado, su infraestructura crítica depende en gran medida de proveedores extranjeros que son objetivo recurrente de espionaje chino. Por otro lado, el país arrastra rezagos en su modernización digital — ancho de banda inferior al de sus socios de Norteamérica y un despliegue limitado de 5G — , lo que lo convierte en un entorno más susceptible a sobrecargas y fallas explotables.

La vulneración de la SICT en años recientes ilustra que las brechas en sectores estratégicos son explotables incluso por actores criminales no estatales. Frente a un adversario con recursos estatales como Salt Typhoon, las probabilidades de infiltración se multiplican.

La infraestructura de telecomunicaciones mexicana, dominada por Telmex y Telcel, representa un punto de entrada de alto valor. Para China, el interés no es meramente económico: es estratégico.

La interceptación de tráfico en México permitiría a Pekín:

- Vigilar comunicaciones entre corporaciones multinacionales que operan en el país.

- Monitorear delegaciones diplomáticas y movimientos políticos sensibles.

- Obtener información logística vinculada al comercio regional y al corredor México–EE. UU.

En este sentido, México no es un fin en sí mismo, sino un nodo para espiar el ecosistema norteamericano en su conjunto.

El espionaje de transporte y hotelería no se limita al robo de datos financieros. El acceso a reservas de aerolíneas como Aeroméxico o cadenas como Grupo Posadas permitiría a actores chinos mapear movimientos de ejecutivos, funcionarios o incluso delegaciones internacionales.

Se trata de inteligencia de movilidad: saber quién se desplaza, cuándo y hacia dónde. En un país geográficamente estratégico como México, este tipo de datos es un activo para operaciones diplomáticas, comerciales o incluso militares.

Mundial 2026: un imán para el espionaje estatal

El Mundial de la FIFA 2026 coloca a México en un escenario de máxima exposición. Con 5.5 millones de visitantes esperados en las tres sedes mexicanas, el volumen de datos, transacciones y comunicaciones alcanzará niveles sin precedentes.

Para actores como China, el evento ofrece:

- Una oportunidad para espiar a dignatarios, empresarios y delegaciones internacionales.

- Un ambiente de sobrecarga tecnológica que facilita ataques de denegación de servicio o infiltración en redes congestionadas.

- Una excusa perfecta para encubrir espionaje estatal bajo la cortina de ataques criminales oportunistas (ransomware, phishing, fraudes).

En este contexto, la vulnerabilidad mexicana podría convertirse en un punto débil no solo para el país, sino para la seguridad de Norteamérica en su conjunto.

Las operaciones de Salt Typhoon confirman que China no necesita “derribar” a México para cumplir sus objetivos: basta con infiltrarse en su infraestructura para proyectar poder sobre la región. México corre el riesgo de ser utilizado como:

- Territorio intermedio: un lugar desde donde monitorear objetivos en EE. UU. y Canadá.

- Zona de recolección: fuente de inteligencia sobre cadenas de suministro, movilidad empresarial y diplomacia regional.

- Laboratorio de prueba: entorno menos protegido para ensayar ataques antes de escalar a infraestructuras más robustas en sus socios del norte.

México debe entender que la amenaza de Salt Typhoon no es un problema aislado de ciberseguridad, sino un tema de seguridad nacional y geopolítica. La ciberdependencia de proveedores extranjeros y el rezago digital convierten al país en un objetivo de alto valor para operaciones de espionaje chino.

Con el Mundial 2026 en el horizonte, la exposición aumentará exponencialmente. Lo que está en juego no son solo datos de usuarios o la continuidad operativa de empresas, sino la posición de México dentro del tablero estratégico de la competencia entre potencias tecnológicas.

La pregunta es si el país logrará fortalecer sus defensas a tiempo o si, una vez más, su infraestructura digital quedará en la línea de fuego de la rivalidad global.

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