El reclutamiento infantil por internet se convierte en una amenaza creciente en México





Por Víctor Ruiz, fundador de SILIKN, Instructor Certificado en Ciberseguridad (CSCT™), NIST Cybersecurity Framework 2.0 Certified Expert (CSFE), (ISC)² Certified in Cybersecurity℠ (CC), EC-Council Ethical Hacking Essentials (EHE) Certified, EC-Council Certified Cybersecurity Technician (CCT), Ethical Hacking Certified Associate (EHCA), Cisco Ethical Hacker & Cisco Cybersecurity Analyst y líder del Capítulo Querétaro de la Fundación OWASP.

En un México golpeado por la violencia y la desigualdad, las redes sociales se han convertido en un aliado inesperado del crimen organizado. Lejos de los callejones y las esquinas donde antes se gestaban los reclutamientos, hoy los grupos delictivos operan desde pantallas y dispositivos móviles, aprovechando la vulnerabilidad de niños y adolescentes en un entorno cada vez más conectado.

El reclutamiento de menores por parte del crimen organizado ha crecido de forma alarmante. Solo en 2023, entre 145,000 y 250,000 niños y jóvenes se encontraban en riesgo de ser incorporados a estructuras delictivas. Para 2025, la cifra ha aumentado, impulsada por el auge del reclutamiento digital tras la pandemia, que amplió las brechas de desigualdad y la exposición de los menores en el mundo virtual.

El proceso inicia de manera casi invisible. En plataformas como TikTok, Facebook, Instagram, WhatsApp o Twitch, los reclutadores se camuflan entre usuarios comunes. Se presentan como amigos, benefactores o empleadores que prometen dinero rápido — a veces hasta 10,000 pesos semanales — , regalos o un supuesto sentido de poder y pertenencia. Lo que empieza como una conversación casual pronto se transforma en manipulación, coerción y amenazas.

Lo más preocupante es que muchos de estos jóvenes responden al llamado del crimen organizado porque encuentran en sus reclutadores a las únicas personas dispuestas a escucharlos. Los criminales aprovechan esa necesidad de atención y empatía para generar confianza, presentándose como figuras comprensivas con quienes los menores pueden hablar de sus problemas, sueños o aspiraciones. En muchos casos, la comunicación en sus hogares es deficiente o prácticamente inexistente, y los padres, absorbidos por el trabajo o la rutina, están emocionalmente distantes. Ante esa falta de acompañamiento, los niños y adolescentes buscan refugio y comprensión en las redes sociales, donde, lamentablemente, pueden caer en manos de quienes manipulan su vulnerabilidad con fines delictivos.

Un análisis de la unidad de investigación de SILIKN advierte que las organizaciones criminales en América Latina han trasladado sus tácticas del espacio físico al digital. En México, el fenómeno ha encontrado terreno fértil en videojuegos en línea como Free Fire, Fortnite o Call of Duty, donde los chats integrados sirven como puntos de contacto. Un “amigo” virtual puede ofrecer recompensas falsas o invitaciones a reuniones que, finalmente, terminan en encuentros reales, coordinados a través de aplicaciones como Discord.

El lenguaje de este nuevo reclutamiento se adapta a los códigos de la era digital. Emojis, hashtags, canciones virales y retos se han transformado en herramientas de seducción. De igual forma, miembros de grupos armados utilizan las redes para promover la guerra y atraer a menores, sobre todo en comunidades marcadas por la pobreza y la falta de oportunidades.

Casos documentados en distintas partes del país evidencian la magnitud del problema. En Michoacán, un joven de 17 años fue captado a través de Facebook con la promesa de un empleo y terminó detenido en una estación de autobuses. En Oaxaca, un niño de 14 años logró escapar de un intento de secuestro orquestado por reclutadores que lo contactaron mediante el videojuego Free Fire. Y en Jalisco, la Fiscalía ha identificado esquemas de captación de estudiantes vinculados con el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación.

El objetivo detrás de estas prácticas es claro: los grupos criminales buscan mano de obra barata, desechable y con bajo riesgo legal. Los menores de edad, al no enfrentar penas equivalentes a las de los adultos, son empleados para realizar tareas de vigilancia, transporte o mensajería, e incluso para participar en actividades de extorsión y homicidio. Los niños de entre 6 y 12 años suelen ser utilizados como “halcones” o en propaganda delictiva, mientras que los adolescentes de 13 a 17 años son incorporados a labores de mayor riesgo.

Además, los casos de trata vinculada al crimen organizado han aumentado un 67.7% entre 2015 y 2023, y que miles de menores viven hoy bajo la amenaza constante de ser reclutados. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha manifestado su preocupación, advirtiendo que esta práctica viola derechos fundamentales y perpetúa un ciclo de violencia que se hereda de generación en generación.

Las cifras más altas de reclutamiento se concentran en estados como Chihuahua, Baja California, Colima, Estado de México y Ciudad de México, principalmente en zonas urbanas y marginadas como Ciudad Juárez, Tijuana, Ecatepec o Iztapalapa. El 32% de los reclutamientos en bandas juveniles de América Latina ocurre en línea, siendo México el epicentro del fenómeno. En los últimos años, alrededor de 1,200 adolescentes fueron privados de la libertad por delitos vinculados al crimen organizado, muchos de ellos tras haber sido captados digitalmente.

Factores como la pobreza, el abandono familiar y la falta de oportunidades educativas agravan la situación. Un análisis de la unidad de investigación de SILIKN describe las redes sociales como campos de reclutamiento virtuales donde los jóvenes buscan aceptación y terminan siendo víctimas de manipulación. Algunas plataformas, como TikTok, han comenzado a reaccionar: en 2025 eliminaron más de 200 cuentas relacionadas con grupos delictivos mexicanos.

La unidad de investigación de SILIKN ha emitido un llamado urgente a las autoridades para que el reclutamiento de menores por parte del crimen organizado sea reconocido y sancionado como un delito federal grave, sin considerar el supuesto consentimiento del menor. Asimismo, la organización propone la implementación de políticas públicas integrales que fortalezcan la educación digital, promuevan el acompañamiento familiar, impulsen el monitoreo responsable de las actividades en línea y desarrollen programas de reintegración social para aquellos jóvenes que logran desvincularse del entorno delictivo.

El reclutamiento de menores en México no solo representa una violación a los derechos de la infancia: es una tragedia silenciosa que alimenta el poder del crimen organizado y debilita el tejido social. Cada niño reclutado es una historia robada, una promesa truncada y una herida más en el futuro del país.

Las autoridades exhortan a denunciar cualquier caso al 088 o al 911. La indiferencia, advierten organismos como la CNDH y diversas ONG, solo prolonga un problema que ya consume a generaciones enteras. En un país donde siete de cada diez adolescentes en conflicto con la ley han tenido contacto con grupos delictivos, el llamado es claro: detener esta cadena no es solo una tarea de seguridad, sino un deber moral y colectivo.

Para mayor información, visite: https://www.silikn.com/